Todo estaba quedando listo. Mariana y Fernando tendrán la mejor de las bodas. Mariachis, limosina, vestido, traje, buffet, el mejor de los locales y sobretodo, la presencia de Doña Camucha, la abuela de Mariana que aun no conoce a Fernando y como ya tiene noventa y dos años se piensa que este podría ser su último compartir con la familia.
Fernando camina de un lado a otro, los nervios lo invaden. Jamás pensó que la chica de los ojos pardos, con la que tropezó en la tienda de Doña Marta se convertiría en su esposa. Jorge su mejor amigo desde la infancia lo trata de tranquilizar recordándole que éste debería ser el día más feliz de su vida.
Desde que Doña Bertha, mamá de Mariana, conoció a Fernando supo que no lo quería para su hija, que era un bueno para nada, que lo único que buscaba era tener un lugar donde ir a comer y donde sentarse a ver el cable todos los días, tenia razón, pero Mariana lo amaba, no le importaba que él no tuviera trabajo conocido ni que por eso sus padrinos pagaran la boda. Ella no tenia dudas, Fernando era el mejor de los hombres, a pesar de no tener casa propia.
Como Mariana y su madre estarían ocupadas culminando todos los detalles para la boda que se realizaría ese día, se le encomendó a Fernando que se encargase de traer a la abuela Camucha a la iglesia, solo ese favor, ya que no había nadie disponible o no querían traer a la vieja cargosa en la que se había convertido Doña Camucha.
Fernando renegaba de su suerte y le decía a Mariana que si no había otra persona que se encargue de la anciana, a lo que Mariana respondía con la mirada que mataba a Fernando y a este no le quedaba de otra que resignarse y movilizar a la vieja de mierda, como la llamo en ese momento.
Todos están presurosos, caminando de un lado a otro, persiguiendo a la novia, moviendo mil veces las sillas, acomodando de dos mil formas los manteles y sobretodo esperando la llegada de Doña Camucha a quien tenían que llevar a la tienda a comprarse el mejor de los vestidos, había dispuesto Mariana.
Fernando propone a Jorge que le ayude a trasladar a la anciana, que aun no conoce ya que solo hay viejas fotos de ella en la casa, hacia la tienda mas cercana para comprarle el vestido y luego directamente hacia la iglesia. Jorge aceptó ayudarlo ya que lo veía muy desesperado y nervioso e inmediatamente subieron a su auto y se dirigieron hacia el asilo, donde habían depositado a la vieja esa. Llegaron, entraron y le dijeron a la señorita enfermera que iban a llevar a la señora que estaba esperando su salida con sus familiares. Ella dudosa y al verlos apresurados, con poca información los llevo hacia la anciana que esperaba ansiosa su salida como otras tres más.
“Buenas días señora tenemos que ir de inmediato a Saga a comprarle su vestido y luego a …” - alcanzo a decir Fernando antes de que la anciana le dijera: “Que cosa?!! Yo voy a ir a Saga con este indio de mierda? No! Llama a mi familia que no me muevo de aquí si no vienen ellos a buscarme! “refunfuño la vieja.
Fernando quería matarla. Eran los primeros cinco minutos que la conocía y ya le había dicho indio de mierda. Estaba tan ofuscado que veía de un lado a otro para que no existieran testigos de su primer crimen. Pero no podía. Pese a ser una vieja de mierda había criado con amor y cariño a todos sus nietos, nietos que no la iban a visitar ahora que estaba mas vieja y sin poder servirlos en mucho.
Jorge tuvo una idea y se la dijo a Fernando.
“Señora su familia esta en la puerta dentro del auto esperándola, no pueden bajar porque no los dejan entrar a todos, usted sabe como son los de seguridad…” dijo Fernando. Funcionó.
Fue sólo así que entonces la anciana accedió a dirigirse con aquel indio de mierda, hacia la puerta donde borroso veía un auto estacionado. Caminando despacio y renegando por dentro con una sonrisa en los labios iba Fernando sujetando de un lado a la vieja y del otro lado estaba Jorge su fiel amigo también agarrando aquel flácido brazo que aquella flácida vieja.
Ya con medio cuerpo dentro del auto y medio – sentada, la anciana acomodo sus gruesos lentes y se fijo que a su costado en la parte trasera del auto no había nadie, había sido engañada de la forma más ruin, pero lo que más le molestaba es que el que la había engañado haya sido un indio de mierda.
“Donde esta mi familia carajooo! Bájame de aquí, bájame de aquí maricón! Bájame o grito indio de mierda!” Fernando hizo oídos sordos y le dijo a Jorge que estaba sentado frente al timón que ya eran las 11:15 de la mañana y el padre comenzaría la misa a las 12am en punto como Doña Bertha lo había dispuesto. Jorge aseguró todas las puertas y a pesar del grito de la anciana aceleró lo más que pudo.
“Auxilio! Estos indios de mierda me están secuestrando! Auxilio auxiliooo” dijo golpeando las lunas del auto, la jodida anciana.
Cuando llegaron a Saga se estacionaron en un lugar alejado para que la gente que pasara no los viera como un par de violadores de ancianas. Una vez estacionados bajaron y se extrañaron que la vieja haya dejado de hacer ruido. Quizá se durmió, pensaron.
“Doña Camucha ya llegamos por favor no haga otra escena y acompáñenos a comprar su vestido por favor por favor” dijo Fernando medio preocupado y acercándose mas a la vieja de mierda. No se movía. “Por favor por favor despierte, por favor Doña Camuchita despierte por favor” dijo algo mas preocupado Fernando. Jorge le dijo que porque mejor no le tocaba la yugular para ver si sigue viva, Fernando no quería, temía que él haya sido el asesino de la abuela de su amada, por muy vieja de mierda que fuese.
“Carajo carajo!” dijo Fernando. Jorge le dijo que no se asustara quizá solo es un desmayo o les esta jugando una broma, le pidió que se tranquilizara.
“Como carajo nos va a jugar una broma!!! Tiene noventa y dos años por Dios!” dijo ahora ofuscado Fernando. Jorge se dirigió a la vieja y le toco la yugular, luego se puso una mano en la frente y luego se puso las dos manos en la boca y esto asusto a Fernando. “Que paso? Que paso? Carajo carajo carajo! Sabia que nos joderia la boda, joder joder! Vieja de mierda ni muerta me deja de joder!” dijo asustado y a la vez molesto Fernando.
Después de tanto movimiento para revivirla tosió y se levantó. La vieja de mierda no se había muerto, se había atorado con su propia saliva con la velocidad del auto y se había desmayado. “Por favor, por favor no me hagan daño indios de mierda, esta bien iré con ustedes a donde quieran pero por favor no me hagan daño carajo!” suplicó la vieja.
Inmediatamente después Fernando le dijo a Jorge que la llevarían así tal y como estaba, que ya eran las 11:45 de la mañana y llegarían tarde a la boda y eso irritaría a la jodida de la señora Bertha. La vieja temblorosa y cansada estaba sentada sin decir ni pio y en sus ojos se notaba la ira de una anciana racista.
Ya en la casa, Fernando le pidió por favor a la anciana que lo espere ahí tranquila, que toda su familia la estaba esperando en la iglesia, que él entraría a la casa a cambiarse y que ellos la llevarían allí. Esto alegró a la anciana, por fin se encontraría con su familia y les contaría lo mal que la trataron este par de indios, así que contenta le dijo que se apurara, que no se preocupe.
Bien cambiado, Fernando subió al auto y se dirigieron a la boda, todos contentos, todos tranquilos, todos felices.
Llegaron a la iglesia. Todo el mundo estaba en la puerta esperando la llegada del novio, quien llegaría del brazo de la querida abuela Camuchita.
Fernando bajo del auto de Jorge con una sonrisa de oreja a oreja mirando a todo el mundo, había cumplido su deber a cabalidad, según él, y casi jalando del brazo consiguió bajar también a la anciana. Jorge bajó después del auto y le pareció extraño que los familiares de la novia los miraran sorprendidos. Se acerco a Fernando y le susurró que algo raro pasaba. Fernando le dijo altaneramente que ya no se preocupara que lo peor ya había pasado. Se equivocó.
“¿Pero qué coño hace esta vieja aquí?!” dijo rabiosa Doña Bertha. Fernando se dirigió mostrando los dientes hacia Doña Bertha y le susurró:
“Doña Bertha, por favor deje de faltarle el respeto a su sagrada madre, si no querían que la traiga entonces ¿porque la invitaron? Eh!? No sabe cuánto me costó traerla?! Y además…” alcanzó a decir Fernando.
“Ella no es mi madre, cabrón!” susurro llena de irá Doña Bertha en el oído de Fernando.
Fueron casi cinco minutos de tensión extrema. Los asistentes no sabían que hacían Fernando y Jorge con esa vieja, esa vieja que miraba a todo mundo con extrañeza.
“Dónde está mi familia indio de mierda!” dijo ofuscada la vieja e inmediatamente cacheteó a Fernando y se fue hacia el auto y le dijo a Jorge: “Oye tú indio, devuélveme al asilo, que es mejor estar allí que envuelto en tanto indio” sentenció y Jorge accedió ayudándola a subir al auto y llevándola al asilo.
Fernando se sentía como tantas veces en ese día lo había llamado la vieja usurpadora, se sentía un indio de mierda.
No había nada que hacer. La boda comenzaba en cinco minutos y Doña Camuchita no estaba, se perdería del que podría haber sido la ultima de sus reuniones familiares. Y todo por culpa de Fernando.
Fernando miraba sonriendo a todo el mundo como disculpándose, e iba entrando a la iglesia del brazo de Doña Bertha que ya menos furiosa lo sujetó y semi-sonrió.
Allí estaba ella, Mariana hecha toda un ángel, vestida totalmente de blanco y sonriéndole mientras se acercaba, tan linda, tan bella, y feliz, feliz porque todavía no se había enterado que la abuelita Camuchita no llegaría. Fernando pensaba en estas cosas mientras caminaba por el centro de la iglesia y no pudo evitar reír, lo que había hecho era una de las mejores cosas del mundo.
Rió, miró a Mariana a los ojos pardos y le dijo que la amaba mas que nunca y que todo seria felicidad y que le perdonara porque no sabia quien era la abuela Camucha y en la confusión trajo a otra jodida vieja y Mariana no pudo evitar reir, y los dos rieron abrazados frente a todos los asistentes que mas felices aun no les quedó otra que aplaudir y formar parte de este lamentable pero gracioso momento. Era la mejor de las bodas, pensaron todos el distintos momentos.
“La puta madre. Cómo carajo se van a olvidar de mí? Yo que los crié como si fueran mis hijos y ahora estoy aquí pudriéndome como una caca” renegaba Doña Camucha frente al patio de el asilo mirando volar entre las flores a las mariposas azules. “Indios de mierda!” pensó.