miércoles, 13 de octubre de 2010

La Playa

Hoy como nunca desperté temprano. Tuve, quizá, el mejor de los sueños en estas últimas semanas.

Mis primos, comandados por Enrique, el mayor de todos, y yo fuimos a una playa que no recuerdo como se llama y no se siquiera si existe, pero era la mejor de las playas, excitante y aventurera.

Caminando por toda la playa, como suele hacer uno cuando visita el mar, encontramos sitios laberinteros entre las enormes rocas que adornaban aquel hermoso paisaje. Todos caminábamos inspeccionando toda la fantástica playa. Al parecer, antes que llegáramos nosotros ya habían estado veraneando ahí muchas personas, sentía como si estuviese recorriendo una disco después de una gran fiesta. Estaba masomenos vacía y con algunos restos de lo que habría sido un buen día playero.

Al encontrarnos entre todas esas rocas y pasillos cavernosos, se me vino de repente un miedo paranoico pensando en que mientras recorriéramos como exploradores, el mar lanzaría tremendas olas que no advertiríamos llegar y nos cubriría a todos ahogándonos cruelmente.

Por eso, le dije a Enrique, el mayor de los primos, que no era muy prudente ingresar y perderse tanto entre aquellas gigantescas rocas que se perdían en el mar. Mientras seguíamos caminando, pero esta vez advertidos pro mi miedo paranoico, notaba lo inmensas que eran las rocas y más aun el mar, era como caminar dentro de un fósil gigante tirado en el mar.

Entre algunos pasillos rocosos el agua subía cada vez con más fuerza de la normal, hecho que al parecer solo yo percataba, pero ahí estaba ruidosa y amenazante.

“Dicho y hecho” decía mi abuelo. Cuando estábamos por salir, ya algo temerosos por la crecida del mar, nos sentimos desorientados, habíamos caminado mucho, no encontrábamos caminos exactos que nos condujeran a la salida. Mientras que las olas seguían reventando cada vez con más fuerza, noté en mi primo cierta preocupación, así que en lugar de reprocharle que estuviéramos perdidos entre aquellas rocas engañosas, les dije a todos con voz de precaución: “Escuchen si por algún caso llegara alguna ola con mucha fuerza y nos cubriera a todos (que era lo más seguro) plántense con mucha fuerza sobre la arena y sujeten el brazo del que se encuentre a su costado muy fuerte.

No se bien si mi recomendación era la adecuada o idónea pero la di con aires de seguridad y precaución.

De pronto sucedió. Seguíamos entre las rocas mirando al lado contrario de la playa y buscando la salida mas corta, cuando sentimos el sonido terrorífico de la explosión cercana casi íntima de una ola gigante. Como se los dije, nos plantamos muy fuerte sobre la arena y enseguida cerré mis ojos para evitar presenciar aquel momento atroz en el que las fuerzas de la naturaleza asesinan a un grupito de chicos aventureros e ilusos.

Con los ojos cerrados y en microsegundos ya sentía como el agua golpeaba mis piernas y luego todo el cuerpo completo y lo último que alcance a decir fue: “Sujétate de mi!” al más pequeño del grupo.

Hubo unos segundos largos después de eso, segundos de inconciencia por el golpe. Creí que estaba muerto. Pero desvariaba, creí que estaba durmiendo y de pronto, con los ojos cerrados aún, sentí que estaba sumergido muy abajo, no abrí los ojos tenía mucho miedo, solo escuchaba como cuando te tapas los oídos con los dedos. Luego escuche “Alex! Nada, nada hacía aquí!”

Al escuchar eso, me di cuenta que no estaba muy lejos, pero también sucedió algo extraño, respire casi tres veces por al nariz y dos por la boca, no podía evitarlo el golpe de la ola me había quitado gran parte del oxigeno de los pulmones y necesitaba respirar, pero deje de hacerlo cuando abrí los ojos por fin y lo único que veía era agua azul oscura con rayos de sol atravesándola y perdiéndose en la misteriosa profundidad.

Entonces nade con todas mis fuerzas tratando de llegar a la superficie, nade y nade, parecía que nunca llegaría pero seguía nadando casi inconscientemente.

Hasta que al fin sentí la superficie sobre mi cabeza y emergí, fue como si hubiera nacido nuevamente y mientras respiraba profundamente miraba extasiado la genial luz del sol y la felicidad en los rostros de mis primos.

Conseguimos salir del mar y nuestros descalzos pies lograron tocar por fin la arena de aquella playa que no sé si existe.

Todos hacían sus últimas inspecciones a la playa pero ya más cautos, revisaban entre las rocas que ocultaban tímidos moluscos y conversaban sobre la travesía anterior, mientras yo miraba de un lado a otro y me percataba de un objeto olvidado o perdido, daba igual porque ahora sería mío.

Entre unas pequeñas rocas, húmeda y olvidada por alguien yacía una maravillosa cámara filmadora ULTRASLIM de marca SONY. Era la cámara más delgada que nunca había visto. La tomé, la revise y tenía dentro de la pantalla algunas gotas de agua, hecho que resté importancia al considerar que era yo el que ahora tenía una cámara y qué cámara!.

Decidí guardarla en el bolsillo derecho de mi casaca y rápidamente me reuní con los otros chicos y les dije que ya era hora de volver y nos fuimos.

Ya todos habían llegado a sus casas y me encontraba caminando con mi hermano menor, César, por una calle en dirección a nuestra casa. Entonces saqué la cámara y se la mostré.

“Mira quién tiene una cámara filmadora tan genial” le dije y sus ojos expresaron su alegría y entusiasmo, entonces se la di y la reviso toda, me preguntó que cómo la había encontrado y le conté cómo.

Así fuimos platicando, como siempre, hacia nuestra casa. Al llegar miramos que el la puerta sonriéndonos estaba papá, al que contaríamos el día tan genial que tuvimos.

Luego desperté. Antes de hacerlo sentía tanta felicidad de levantarme y encontrar en mi bolsillo derecho aquella hermosa cámara, oh Dios que genial era. Pero no. Desperté, busqué y me di cuenta que solo fue un sueño, un sueño genial pero sueño al final, y los sueños, sueños son.

Miré el reloj y eran las 7:28 a.m. Así que temeroso de olvidar aquel memorable sueño, como suele ocurrir, fui en busca de algo para escribirlo y aquí lo tienen.

Algún día tendré esa cámara filmadora tan genial.

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